Por Domingo Riorda.
Ecupres del 21 de Octubre de 2009
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=4073
Es desvirtuar la verdad afirmar que es un fruto del “diálogo y del ecumenismo” la decisión de Benedicto XVI, de crear una nueva Constitución Apostólica para recibir a los anglicanos que se pasen al catolicismo romano.
La decisión es de una organización religiosa internacional que, en el ejercicio de su responsabilidad institucional, toma una resolución que considera lo mejor para su organización. En ese proceso institucional no tiene porque consultar ni pedir permiso a ninguna otra institución. Si la decisión se tomara a partir del diálogo con otra institución, previo a una resolución final se discutirían diversos documentos frutos de la conversación y distintas fórmulas antes de llegar a la resolución final. En este caso no fue así.
El mismo Arzobispo de la Iglesia Anglicana, Rowan Williams, comentó que no sabía de la nueva Constitución Apostólica y que esperaría a ver los detalles de la resolución para saber bien de que se trataba, aun cuando tuvo una posición positiva hacia la decisión vaticana.
Este punto debe quedar claro para no aumentar las confusiones sobre el significado del diálogo y ecumenismo entre el protestantismo y el catolicismo romano. También es necesaria la aclaración para identificar las motivaciones de este traspaso de fieles de una parte hacia la otra.
La decisión de los anglicanos que se pasan al catolicismo romano no surge por diferencias doctrínales ni de ordenamiento litúrgico, sino por actitudes frente a la vida. Se trata de quienes no aceptan que las mujeres sean obispas, rechazan el aborto, las relaciones homosexuales, la bendición de los matrimonios homosexuales y lesbianos y otras vivencias similares.
Esas personas, que no se sienten cómodas ni comprendidas en un lugar, tienen derecho de irse a otro espacio donde estarán mejor con sus convicciones y actitudes, pero debe quedar claro que ese es el núcleo de la decisión. Nadie ignora que en el debate sobre esos puntos afloran pasajes bíblicos e interpretaciones teológicas, pero el nudo divisor es la actitud de vida. Luego de tomar una determinada postura se buscan los fundamentos religiosos que la avalen.
No es casual que para recibir a esas personas la ICR apele a una estructura organizativa similar a la del Opus Dei y se lleve a cabo mediante un proceso que no difiere del que el Vaticano practicó para retornar a los obispos tradicionalistas ordenados por Lefebvre, que Juan Pablo II había excomulgado.
Tampoco es casual que la próxima semana se reunirán delegados del Vaticano con lefebvristas para avanzar en la reconciliación total ni es fortuito que en Roma, el domingo 18, concluyó el congreso “Summorum Pontificum” con una solemne misa en latín, donde participaron lefebvristas, y se aprovechó para promover ese estilo de misa que cada vez tiene más adeptos.. Así que esta incorporación de anglicanos al catolicismo romano está lejos de ser un fruto del diálogo y del ecumenismo. Es un hecho que se entronca con las cuestiones de vida que también afectan a la toma de distancia de otras iglesias, aparte de la Anglicana y Católica Romana.
El mismo tema, el del sexo, es el que produce el distanciamiento entre las filas evangélicas. En este sector las discusiones doctrinales quedaron en el arcón de las cosas viejas dejando atrás sonados asuntos como el del bautismo de niños o mayores, con poca o mucho agua, apareciendo como primario temas como el divorcio, aborto, homosexualidad, rol de la mujer en la iglesia que, por cierto, vienen acompañadas de distintas visiones que se tiene sobre la vida humana.
Así que es necesario aclarar términos y actitudes. Hay que reconocer la habilidad y oportunidad de B XVI al tomar esta decisión, que se encuadra dentro del actual proyecto vaticano, pero debe quedar claro que no es un fruto del diálogo ni del ecumenismo. (PE).
PreNot 8493091021
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