lunes, 12 de octubre de 2009

La concentración de medios favorece la hegemonía del discurso discriminatorio

Critica Digital del 11 de Octubre de 2009
http://www.criticadigital.com.ar/impresa/index.php?secc=nota&nid=32155

Una voz que no llegó al debate mediático. María Rachid, presidenta de la Federación Argentina LGTB.

Organizaciones LGTB a favor de la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual

Por Bruno Bimbi

El debate por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual acaparó casi por completo la agenda política de la mayoría de los medios durante las últimas semanas. Por los programas de televisión desfilaron diputados, senadores, periodistas, directivos de grupos multimediáticos, constitucionalistas, opinólogos y representantes de algunas organizaciones sociales. Hubo algunas voces que, sin embargo, no salieron en televisión, pero se expresaron en las audiencias públicas y en algunos medios alternativos: las de los y las activistas de las organizaciones de la diversidad sexual. María Rachid, presidenta de la Federación Argentina LGBT, fue una de las que se manifestó a favor de la ley.

–¿Qué relación tiene esta ley con las reivindicaciones de la FALGBT? –preguntó este diario a Rachid.

–El papel de los medios en la reproducción de los prejuicios o, por el contrario, su refutación, es importantísimo, porque son formadores de opinión y porque a través de los medios nuestras voces pueden llegar a mucha gente o ser silenciadas. La concentración actual de medios en pocas manos, lejos de garantizar la libertad de expresión, ha permitido que un discurso que discrimina y estigmatiza a las diversidades sexuales, como lo hace con otros grupos sociales, hegemonice la comunicación masiva.

–¿De qué manera?

–La forma en la que los medios, especialmente la televisión, dan cuenta de la diversidad sexual, salvo algunas excepciones, va de los chistes homofóbicos de Tinelli a las representaciones basadas en estereotipos que se ven en muchas ficciones o la invisibilización de nuestras voces en los programas periodísticos y noticieros. El tratamiento que se le ha dado a Zulma Lobato es un ejemplo paradigmático. ¿Te imaginás si Zulma, en vez travesti, fuera afrodescendiente y la ridiculizaran por eso? Sería un escándalo. Pero parece que, tratándose de una travesti, está naturalizada la posibilidad de burlarse de ella.

–¿A qué se refiere cuando habla de “invisibilización”?

–Por ejemplo, en las series o novelas, casi nunca vas a ver personajes gays, lesbianas o travestis en situaciones cotidianas que reflejen nuestras vidas como realmente son. Cuando aparecen, casi siempre es para contar historias sórdidas, extravagantes, desde el lugar de lo “raro” y esos personajes se construyen con rasgos estereotipados que nos ridiculizan. Nosotros y nosotras nos enamoramos, tenemos familias, nuestros hijos e hijas van a la escuela, contamos con encuentros y desencuentros afectivos, problemas económicos y de diván. Pero nuestras familias y nuestras historias no forman parte de las representaciones de la sociedad que salen en la tele y llegan a todos los hogares.

–¿Y en los noticieros o programas periodísticos?

–Muchas veces me suena el celular y es el productor de algún programa, que me dice: “María, necesito una lesbiana de entre 16 y 20 años, clase media, así y asá”. Me lo piden como si fuera un supermercado. Nos llevan al programa para presentarnos como “el caso” que da su “testimonio”, y después otros invitados –cuyas voces tienen más autoridad– discuten si nuestra vida está bien o mal. Siempre tiene que estar “la otra campana”, generalmente un cura, que se opone a nuestros derechos. Es como si llamaran a la DAIA para pedir que manden a un chico judío y lo sentaran con un neonazi y un “especialista en judíos” para discutir si está bien o está mal que los judíos tengan los mismos derechos. Nosotros vamos y tratamos de usar esos pocos segundos en televisión para hacer oír nuestra voz, pero siempre es en ese contexto. No te sientan a la mesa con un diputado para debatir el matrimonio o la ley de identidad de género, te sientan con un cura o un psicólogo. Pero el ejemplo más elocuente es la Marcha del Orgullo: la cobertura que hace la televisión sobre la marcha es vergonzosa.

–¿Por qué?

–En la última, hubo más de 40 mil personas. ¿Cuántas movilizaciones juntan tanta gente, encima sin recursos ni difusión previa en los grandes medios? Expresamos reclamos políticos y sociales muy importantes, con discursos fuertes y una multitud coreando frente al Congreso la consigna “voten nuestras leyes”. Pero ningún canal de televisión mostró eso. Vinieron, pero lo que salió en los noticieros fue una nota amarillista. Muestran los cuerpos de cerca, pero callan las voces. Si Blumberg o De Angeli reúnen 40 mil personas para pedir leyes sobre seguridad o cambios en las retenciones, los discursos salen enteros en vivo y en directo, hay un helicóptero filmando desde arriba para que se note que hay mucha gente y después los invitan a todos los programas a debatir con los políticos. El rabino Bergman reunió menos de mil personas contra la ley de medios y salió casi en cadena nacional. Nosotros y nosotras, sin canales de televisión llamando a la gente a participar, sin estructuras, a pulmón, reunimos más de 40 mil personas y le gritamos al Congreso que vote nuestras leyes, pero ningún programa periodístico habla del tema ni nos invita. Tampoco muestran la multitud desde el cielo: lo que se ve son primeros planos de tetas y culos y algunos testimonios individuales sin contenido político. En vez de mostrar la Marcha del Orgullo como una manifestación multitudinaria que expresa demandas de un sector de la sociedad, la muestran como una nota de color.

–¿Qué cambiaría de eso con la nueva ley?

–Lo más importante es terminar con la concentración, que haya más voces. Que haya medios en manos de la sociedad civil y de otros actores. Hay que pensar articulaciones que permitan una mayor diversidad, para que el conjunto de los medios sea un reflejo más cabal de esta sociedad diversa y no haya un solo sector hegemonizando lo que se comunica masivamente. Entonces, esa mirada de los medios actuales sobre la diversidad sexual seguirá existiendo, pero habrá otros medios mostrando otras miradas. No sólo las nuestras, también las de otros sectores sociales que hoy no tienen voz.

–En una declaración que firmó dijo que el Grupo Clarín no es un problema para Kirchner sino para el conjunto de la sociedad. ¿Por qué?

–Porque concentran tantos medios que tienen un peso muy importante. Pueden influir en las decisiones políticas y generar opinión para que las cosas vayan para donde ellos quieren. Si mañana comienza el debate por el matrimonio entre personas del mismo sexo en el Congreso y el Grupo Clarín, por su relación con la Iglesia, decide jugar en contra, va a ser mucho más difícil, porque ponen un par de tapas y los políticos se asustan. La campaña feroz que están haciendo contra esta ley es una prueba de eso.

–La ley incorpora una cláusula contra la discriminación en los medios que incluye la orientación sexual y la identidad de género. ¿Cómo se imagina que pueda aplicarse sin que se diga que atenta contra la libertad de expresión?

–Es importante porque es la primera ley nacional que habla de orientación sexual e identidad de género. Ni siquiera la Ley Antidiscriminatoria lo hace y llevamos años tratando de que se modifique. Habrá que ver cómo se reglamenta y qué criterios adopta la autoridad de aplicación, pero lo importante es acabar con el doble estándar: si un conductor se burla al aire de una persona mayor o dice alguna barbaridad sobre los judíos, nadie diría que sancionarlo va contra la libertad de expresión, pero si dice que los gays y las lesbianas somos pervertidos o anormales, algunos piensan que está ejerciendo su derecho a decir lo que piensa.

La CHA también apoyó la ley

Luis De Grazia, coordinador del área de jóvenes de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), participó en las audiencias públicas en el Congreso, expresando su apoyo al proyecto del gobierno. “La CHA celebra el debate sobre el rol de los medios y esta nueva legislación. Aspiramos a construir nuevas y mejores responsabilidades en la entrega de la información sobre nosotras y nosotros; y como activistas de derechos humanos y diversidad sexual reivindicamos la legítima necesidad de que nuestras voces puedan encontrar y crear espacios para ser escuchadas masivamente. Necesitamos una nueva ley de comunicación audiovisual enriquecida por nuestros aportes, que propicie la participación democrática y plural para derrotar definitivamente la naturalización de discursos y prácticas discriminatorios en los medios”, expresó.
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