El coordinador del Área Jóvenes de la CHA, Luis De Grazia, presentó en la segunda semana de audiencias que se realizaron sobre la nueva Ley de Medios, el siguiente documento:
Lo/as activistas de la CHA celebramos este debate postergado por 26 años, porque nos obliga a pensar como sociedad el papel que cumplen los Medios de Comunicación, su responsabilidad en la creación de realidades, y su indiferencia ante las ya tan naturalizadas homofobia, transfobia y lesbofobia.
Respecto a los mensajes que los medios llevan masivamente sobre nuestra comunidad, queremos expresar la alarma que nos produce ver como pierde terreno cierta corrección política hacia la diversidad sexual que nos permite desenvolver políticamente los discursos que más se difunden, mientras vemos cómo crece la impunidad consciente para referirse a putos, tortas y travas, de formas irrisorias, despectivas y antiéticas.
Pudimos ver como en aparentes inocuos programas no solo remarcan con saña lo masculino de una persona trans como Zulma Lobato en un juego perverso entre la supuesta inocencia y la risita contenida, sino que se divierten con un imperdonable zócalo que rezaba "Matar al abuelito", invitando sin más a los crímenes de odio a los que son peligrosamente indiferentes.
También en los últimos años se han reproducido los programas de investigación periodística en los que, cuando toman como referencia (o víctima) a la diversidad sexual, se entrega la información en forma de testimonios editados con evidente irresponsabilidad y desconocimiento de lo que significa la discriminación para las millones de personas que somos gays, lesbianas, trans y bisexuales, en muchos casos ya de por sí marginados/as por una sociedad que, con la complicidad de los medios, o más bien apuntados por su índice, ha naturalizado al parecer definitivamente estas actitudes que sin pausa evolucionan en experiencias discriminatorias, de violencia y otredad.
Si estas humoradas y discursos (que por su repetición y difusión no son en absoluto inofensivas) son la referencia, no llama la atención que la comunidad lgtb, en especial las personas trans, sea una de las más vulneradas en esta cultura que se revuelca en la burla despiadada como forma de sociabilidad. No hay reflexión alguna sobre la mirada que los medios crean respecto a lesbianas, travestis, gays y bisexuales, y con exagerada frecuencia nos encontramos con imprudencia y perfidia cuando en la radio, en la televisión, hablan sobre nosotros y nosotras. Nuestras identidades, en la voz de algunos/as periodistas, conductores/as, noteros/as, locutores/as, actores, actrices, comediantes, se convierten en insultos, en formas de estigmatización y descalificación.
La corrección política respecto a gays, lesbianas y trans, queda demostrado que no tuvo bases demasiado sólidas. Para la mayoría de los medios fue solo una concesión demagógica, una forma de sostener como maquillaje cierta ética que nunca incorporaron. No quisieron entender que los chistes, repetidos hasta el hartazgo, sobre el maricón y sus plumas, sobre lo que creen que esconde una travesti, sobre las lesbianas que no quieren calentar a los varones, no tienen nada de gracioso y solo refuerzan los discursos que nos ven como algo que merece el castigo, la burla, el desprecio e incluso la agresión, que demasiadas veces deviene en la muerte. Como militantes que llevan un mensaje que debe ser escuchado, diariamente observamos cómo se invita a la alienación social hacia las personas lgtb, y aún más desgraciado, contra sí mismas. Luego se espantan cuando uno de nosotros y nosotras reacciona contra la violencia que se nos impone física y discursivamente. Se tiran de los pelos por nuestra falta de humor.
Ponen su mejor tono grave y paternalista para explicarnos que respondemos con demasiada intensidad. Nuestros excesos los desconciertan. Será por eso que no entienden cómo un adolescente gay llega al extremo de matar a su madre y hermano porque castigaban con rabia su sexualidad, o que tantos y tantas jóvenes y adolescentes lgtb se suiciden, o que Zulma Lobato afile las garras contra quien le refrega con cara de cera lo monstruosa que le parece.
La lección es siempre para nosotros/as, nos explican nuestro equívoco, cómo no nos pueden valorar si nos falta el humor, lo peligrosos/as que podemos ser, nos reprenden porque no nos mantenemos dentro del circo de su tolerancia.
Tolerancia significa para nosotros y nosotras una desigual relación entre quien tolera y quien es tolerado/a, quien en seguida siente cuánto tira la cadena de ahorque cuando el cándido se aburrió de su papel bonachón y necesita entretenerse con lo que cree una desgracia ajena y un motivo para despojar de su humanidad a la aparente otredad. No queremos ser tolerados, queremos y debemos ser escuchados para que los medios y la sociedad rechacen de una vez el error. Por eso necesitamos una nueva ley de medios que nos dé el espacio que necesitamos para expresarnos con libertad y pluralidad.
Contra las prácticas discriminatoria la CHA ha luchado durante 25 años; y seguiremos trabajando para deconstruir esos discursos que vuelven sin remedio a ser bandera de muchos medios y comunicadores/as. Seguiremos denunciando la impiadosa deshumanización y apología del crimen de odio que tantos programas de tv y radio llevan adelante. Vamos a seguir causando horror con nuestras reacciones desmedidas y nuestra falta de humor frente a la naturalización de la discriminación como práctica que nos convierte en parias de la humanidad.
Como nuestras compañeras feministas, queremos que los atentados contra nuestras vidas no sean sin suerte alguna, reflejados como crímenes pasionales que reviven a las víctimas como culpables de su desgracia, sino como lo que son: crímenes de odio. Queremos enseñar y que se aprenda que nuestros nombres, nuestra identidad de género, nuestra orientación sexual no son insultos, no son armas con las cuales herir la sensibilidad del/la ocasional desprevenido/a.
La CHA celebra el debate sobre el rol de los medios y esta nueva legislación, sus activistas aspiramos a construir nuevas y mejores responsabilidades en la entrega de la información sobre nosotras y nosotros, y como activistas de derechos humanos y diversidad sexual reivindicamos la legítima necesidad de que nuestras voces puedan encontrar y crear espacios para ser escuchadas masivamente. Los medios y sus actores crean, aún sin proponérselo, subjetividades peligrosas para nuestras vidas, nuestras dignidades y nuestra seguridad, lo que no es más que otra forma de ejercer una reprochable docencia sobre la sociedad.
Nosotros y nosotras cumplimos otro rol docente que confronte a los discursos y prácticas homo/lesbo/transfóbicos de muchos medios, para ello necesitamos una nueva ley de comunicación audiovisual enriquecida por nuestros aportes, que propicie la participación democrática y plural, el aprendizaje que se demuestra imposible cuando no existen espacios masivos para ser escuchadas y escuchados, y que signifique la derrota definitiva de la naturalización de discursos y prácticas discriminatorios en los medios, para que signifique el crecimiento de todas/os.
Nuestro fundamental ejercicio militante y educativo se encuentra incontables veces obstaculizado cuando se mantiene vigente una ley caduca e incuestionablemente ilegítima. Vemos en el debate, enriquecimiento y aprobación de esta propuesta de ley de servicios de medios audiovisuales, la posibilidad de exponer nuestras voces, nuestras denuncias y, sobre todo, de exigir a todas las comunicadoras y comunicadores una mayor responsabilidad a la hora de construir la información sobre gays, lesbianas, travestis, trans y bisexuales.
Necesitamos de una nueva ley que deje en el pasado nefasto de nuestro país, que costó la vida de 30.000 personas y el imperio de la idea de que el silencio es salud, a la condenable ley de la última dictadura que todavía regula anacrónicamente a los medios de comunicación.
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