Luís Corrêa Lima, cura católico, teólogo, doctor en Historia y profesor de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro.
Por Bruno Bimbi
Luís Corrêa Lima es cura, teólogo y doctor en Historia por la Universidad de Brasilia. Como profesor de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro, coordina un proyecto de investigación sobre homosexualidad y religión.
–En una entrevista publicada por este diario, un representante de la Iglesia chilena dijo que “la homosexualidad no está en el plan de Dios” y que “es consecuencia del pecado original”. ¿Qué opina?
–Para conocer el plan de Dios precisamos oír el lenguaje de la creación. Según el Papa, la fe en el creador lleva al deber de escuchar ese lenguaje. En la naturaleza, la homosexualidad ya fue documentada en más de 450 especies animales, y en el ser humano, existe en todas las culturas conocidas. Buscar en el pecado original el origen de la homosexualidad es un error.
–¿La homosexualidad es pecado?
–La condición homosexual por sí nunca es pecado, porque no se trata de una elección libre de la persona. Con relación al comportamiento o las elecciones, ahí sí entra la libertad.
–¿Y qué comportamiento debe tener un cristiano homosexual?
–Todo ser humano es, antes de todo, llamado a amar y ser amado. El Concilio Vaticano II enseña que la conciencia es el sagrario donde Dios se manifiesta y nadie debe actuar contra su propia conciencia ni ser impedido de actuar de acuerdo con ella. Las personas adultas muchas veces deben tomar decisiones en situaciones complejas, donde las normas de la sociedad y las instituciones no prevén de manera adecuada todas las circunstancias. El cristiano adulto debe ser adulto también en su fe, colocándose delante de Dios y su conciencia.
–¿Por qué la jerarquía de la Iglesia condena la homosexualidad?
–La Iglesia tiene sus cimientos en la milenaria tradición judeocristiana, pero está desparramada por el mundo, viviendo en la cultura moderna. En el judaísmo antiguo, se creía que el hombre y la mujer habían sido creados el uno para el otro, para unirse y procrear, y el homoerotismo era considerado una abominación. Israel debía distinguirse de otras naciones de varias maneras, entre ellas, prohibiéndolo. El cristianismo heredó esa visión antropológica con su interdicción. La Doctrina de la Iglesia corresponde a una larga sedimentación, de muchos siglos. El consenso sobre la comprensión de la Biblia y de la llamada ley natural no es inmutable, pero no cambia rápidamente.
–Suele decirse que la Biblia condena la homosexualidad. ¿Es verdad?
–La Biblia expresa la fe del antiguo pueblo de Israel y de las primeras generaciones cristianas. En esa expresión, la palabra de Dios está presente. La revelación divina se encarna en el lenguaje y en las categorías humanas y tiene un enraizamiento sociocultural, pero no debe ser confundida con él. En la Biblia hay una cosmología en la que el mundo fue creado en seis días y la Tierra surgió antes del Sol y las estrellas. Hay una antropología en la que el hombre viene del barro y la mujer de la costilla del hombre. Y en esa antropología también se prohibía la unión entre dos hombres o dos mujeres. No se debe seguir todo al pie de la letra, como si hoy fuera necesario entenderlo así. En la Biblia no hay respuestas para todas nuestras preguntas.
–El Levítico dice: “No te echarás con varón como con mujer; es abominación”, pero también dice que es “abominación” comer animales de mar o de río sin aletas o escamas. ¿Por qué la Iglesia condena la homosexualidad pero no la ingesta de mariscos?
–Esa parte del Levítico trata del código de santidad, que reglamenta el culto de Israel y establece las diferencias que debe haber entre ese pueblo y los demás. Cuando el cristianismo se expandió entre los pueblos no judíos, ese código dejó de ser normativo. Sin embargo, como la prohibición del homoerotismo permaneció, esos versículos continúan siendo citados. Sin dudas, es una lectura retrospectiva y selectiva.
–¿Cómo interpreta usted la expresión “contra natura” presente en la Epístola de san Pablo y señalada como referencia a la homosexualidad?
–La carta de san Pablo a los romanos contiene una refutación del politeísmo. Los paganos no adoraban a un dios único y, como permitían el homoerotismo, que era abominable para los judíos, eso era visto como castigo divino por la práctica religiosa equivocada. En el contexto judeocristiano de la antigüedad, este argumento era comprensible, pero no debe ser usado hoy para individuos constitutivamente gays, para quienes la orientación sexual no tiene nada que ver con la creencia en uno o varios dioses.
–Algunos sostienen que la relación entre David y Jonatan, así como la de Rut y Noemí, eran homosexuales. Dice la Biblia que David y Jonatan “se besaron el uno al otro” y en un pasaje David le dice a Jonatan: “Tu amor fue para mí más maravilloso que el amor de las mujeres”. ¿Qué opina usted?
–Nosotros leemos esto hoy y podemos pensar en homosexualidad. Pero para los primeros lectores judíos de la antigüedad, observantes de la ley de Moisés, eso era inadmisible. De cualquier manera, un texto puede traspasar su época y contexto y ser leído en otro horizonte de interpretación, generando nuevos sentidos en nuevos lectores.
–¿Es posible ser homosexual y católico a la vez?
–Sí. La Iglesia nació rompiendo las fronteras del judaísmo en el primer siglo, incorporando multitudes de pueblos que no eran circuncidados. Hoy, puede también concebirse una identidad simultáneamente gay y cristiana, estimulándose a las comunidades locales a acoger las diversidades.
–En la página de la agencia católica ACI, las notas más destacadas son declaraciones contra el matrimonio gay. ¿Por qué tanta obsesión contra los homosexuales?
–Cierta vez el papa Benedicto XVI dijo que el cristianismo “no es un conjunto de prohibiciones sino una opción positiva”. Esa conciencia hoy desapareció casi completamente. Hay en el cristianismo una tradición de siglos de prohibición, miedo y culpa. Conviene retornar a nuestros orígenes. La palabra evangelio quiere decir “buena noticia” y, para los cristianos, es el amor de Dios y su salvación, revelados en Jesucristo. Hoy es necesario focalizar la dimensión positiva y alegre del mensaje cristiano.
–Según Boswell, la Iglesia no siempre condenó la homosexualidad y llegó a celebrar bodas homosexuales en el pasado. ¿Es verdad?
–La historia de la Iglesia es vastísima; abarca un tercio de la humanidad por veinte siglos. Boswell es bastante documentado y es probable que lo que dice haya ocurrido, pero esas prácticas no se volvieron hegemónicas. Sin embargo, pueden ayudar a pensar esta cuestión en el presente y en el futuro.
–¿Cree que llegará el día en que la Iglesia católica acepte casar homosexuales, como lo hacen algunas iglesias protestantes?
–El futuro es imprevisible, pero la Iglesia católica siempre está inserta en un contexto más amplio, que es la sociedad. Cuando la sociedad cambia, la Iglesia acaba cambiando. La modernidad viene desencadenando grandes cambios en la Iglesia en los últimos siglos, y ese proceso continúa.
–Supongamos, en un ejercicio de ficción, que ese cambio se produjera. Como cura, ¿le gustaría poder casar a una pareja gay?
–Si la Iglesia algún día lo acepta, yo no me voy a negar.
–Usted coordina un grupo de investigación sobre homosexualidad y religión en la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro. ¿Cómo surgió y qué trabajo realiza?
–Mi interés por el tema nació de mi trabajo como sacerdote, encontrando personas nacidas y criadas en la Iglesia que se descubrían gays y vivían conflictos. El foco del proyecto es la compleja relación entre religión y homosexualidad y sus repercusiones en el espacio público y en el ejercicio de la ciudadanía. Tenemos grupos de estudio, trabajos y tesis concluidas o en curso, publicaciones y actividades dentro de la agenda universitaria.
–¿Alguna vez se sintió presionado por la jerarquía de la Iglesia para no expresarse sobre estos asuntos?
–La Compañía de Jesús realiza un trabajo apostólico de frontera, en las encrucijadas ideológicas donde hay conflicto entre las aspiraciones humanas legítimas y el mensaje evangélico. Eso incluye tender puentes con los que están fuera de la iglesia y tienen dificultades con sus posiciones. Como jesuita, me siento muy comprometido con este trabajo. Pero como miembro de la Iglesia, no puedo ignorar mi pertenencia y ciertas tradiciones. Es un equilibrio delicado y trato de ser cuidadoso, para evitar problemas mayores.
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Publicado por Crítica de la Argentina el 15 de Noviembre de 2009
http://www.criticadigital.com.ar/impresa/index.php?secc=nota&nid=33977
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