Por Claudia Tron (*)
Porque nos sentimos profundamente convocados/as y comprometidos/as a ser iglesia de puertas abiertas a todos y todas, celebramos y acompañamos el avance en el tratamiento de la ley que busca garantizar los mismos derechos a las parejas de homosexuales y heterosexuales.
Como es de conocimiento, en Argentina la Cámara de Diputados aprobó la modificación del Código Civil que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo (estando ahora en tratamiento en la Cámara de Senadores). Es ésta, una decisión que colabora con la construcción de una sociedad libre e igualitaria en derechos; un avance de la democracia, ya que restringir el acceso al matrimonio a las parejas del mismo sexo, no sólo limita sus derechos como ciudadanos/as, sino que los/as ubica en un lugar de desigualdad social que fundamenta y promueve situaciones de discriminación (…) Nos comprometimos como iglesia rioplatense a acompañarnos y recibirnos.
Hacerlo implica sumarnos a estos caminos y pasos que buscan el reconocimiento de derechos. Hacerlo nos desafía a preguntarnos y buscar respuestas: ¿cómo generar y promover espacios de reflexión «junto a» y «no acerca de» que nos permitan darnos la bienvenida y celebrar la gloria de Dios desde el verdadero encuentro y diálogo que de lugar a la genuina expresión de la diversidad de orientaciones sexuales?
Convengamos que el cristianismo desde sus tiempos primeros se ha dejado influenciar permitiendo que se genere, instale y construya en su seno y con su contribución, una concepción del sexo y la sexualidad tremendamente negativa, la que fue tomando forma a través de los siglos, quedando acuñada en conceptos tales como el «pecado de la carne» o una valoración negativa del placer sexual. El trasfondo de esta construcción está atravesado por la lógica patriarcal dominante a lo largo de toda la historia de la iglesia y perpetuada a través de sus referentes, sus prácticas, sus organizaciones, sus registros orales y escritos.
Desde esa lógica se ha cimentado y construido nuestra cultura, y desde ella y con ella hemos aprendido a conocernos, a pensarnos, a vincularnos, a ser. Una lógica que desvaloriza la diversidad sexual y la sexualidad toda, colocando atributos y estereotipos que someten y encasillan el placer, los roles, las relaciones, los cuerpos, las mentes, asignando mandatos a cada género que aseguran reproducir modelos opresivos, dominantes, verticales.Somos parte de un tiempo de puertas que se abren y de un tiempo de abrir puertas. Abrirlas para que entre más luz y el aire se renueve… para el encuentro y la escucha respetuosa; para «darnos cuenta» y preguntarnos; para deconstruir y despojarnos de paradigmas opresivos; para liberarnos de prejuicios y mentiras, y valorar la verdad y la dignidad… Para reencontrarnos y reconocernos en el Espíritu que nos convoca y capacita para vivir y amar en libertad.
«Yo te desposaré conmigo para siempre;
te desposaré conmigo en justicia y en derecho,
en amor y en compasión,
te desposaré conmigo en fidelidad,
y tú conocerás aYahvéh.»
Oseas 2,21-22
(*) Claudia Tron es Pastora de la Iglesia Valdense del Río de la Plata
- - -
No hay comentarios:
Publicar un comentario