Por Esther Baruja
Para Jesús algunas cosas eran claras, blanco o negro, vida o muerte, estás de mi lado o estás en mi contra. El Señor cuando dice que el buen pastor cuida de las ovejas también menciona al mal pastor, aquel que atemoriza y esparce al rebaño, pero que se hace llamar pastor aunque no ocasiona bienes sino lo contrario, sólo daños. Por eso en Juan 10:10 Jesús describe a éste impostor: “El ladrón no viene sino para hurtar, y matar, y destruir: yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”.
En las últimas semanas, como algunos sabrán, 7 chicos de entre 13 y 19 años de edad se quitaron la vida en los Estados Unidos. Estos chicos cuyos nombres eran: Asher, Justin, Raymond, Zach, Tyler, Billy y Seth no se conocían, vivían en ciudades diferentes y vivenciaban situaciones diferentes, pero tenían por lo menos una cosa en común: sufrían de acoso homofóbico, maltrato y/o rechazo por causa de su sospechada orientación sexual.
Según una investigación dirigida por Ritch Savin-Williams, del dpto de psicología del Desarrollo y Laboratorio sobre Sexo y Género de la Universidad Cornell, lo que provoca rechazo y violencia en un principio es el comportamiento “inapropiado”, para un sector de la sociedad, de los niños afeminados y de las niñas machonas, el detonante es cuando el modelo de género que la sociedad exige como “normal” no se presenta tal cual en los chicos y chicas lgbt. La sobrevivencia es encerrarse bajo 7 llaves en el armario más oscuro e intentar que no “se te note”.
Algunos de estos chicos habían hecho su salida del armario con sus familias y habían sido aceptados, otros eran simplemente sospechados, lo terrible es hablar de esto como si se tratase de criminales que ocultan un crimen. Sin embargo, eran niños, eran jóvenes vidas que recibieron un mensaje rotundo sobre su valía como persona, sea lo que sea que hagan jamás serán consideradas buenas personas, todo el esfuerzo por sobresalir no importaba, este mensaje de su comunidad, ya sea de la escuela, de la casa, de la iglesia, de los medios repercutió profundamente en su autoestima.
Algunos de ellos escucharon que no eran normales, otros que su existencia misma era una perversión, a otros les enseñaron que sus deseos de estar con una persona de su mismo sexo era una enfermedad ,por lo tanto eran unos enfermos, que sus vidas no servían porque su mera existencia era una atrocidad, en la escuela o en la calle seguían recibiendo éstos insultos: sos un puto pervertido, sos un maldito enfermo, sos un desviado y degenerado, sos un asco.
A veces los insultos no venían tan abiertamente, sino en mensaje de sermón: “el Señor aborrece el pecado pero ama al pecador”. Y el chico pensaba: ”si Dios me ama, entonces dejaré el pecado, dejaré de sentir atracción homosexual, oraré mucho y se me pasará”. A pasar el tiempo y viendo que nunca pasaba y que seguía teniendo los mismos sentimientos por otros chicos sentía que Dios estaba cada vez más lejos de su vida, reprobándolo, rechazando su existencia como el peor error de la naturaleza, creyéndose no amado su autoestima se deterioraba, porque su razonamiento era: “yo soy el problema”, el “pecado” que cometía era ser, sentir, desear, era el ser él mismo. La cura, la única cura era el no ser, el desaparecer.
Las palabras hieren, las palabras pueden matar. Los insultos penetran en el corazón y engañan, pues las mentiras dichas repetidamente a veces convencen y se hacen pasar por verdad.
Estos siete chicos se quitaron la vida. No soportaron la violencia emocional y espiritual a la que fueron sometidos, es verdad, no todos llegamos a las mismas trágicas decisiones de acabar con nuestra existencia, sin embargo cada palabra de desprecio, cada acción de rechazo que muchas y muchos hemos sufrido han dejado su marca en nuestro corazón y lo hemos elaborado de diferentes formas. Nosotras y nosotros, las personas LGBTQ, recibimos de algunas personas una bofetada simbólica por el simple hecho de existir.
Pero ahora que sabemos que la diversidad sexual es una bendición, que ser LGBTHQ es parte de la maravillosa creación de Dios, sabemos que Jesús nos promete vida, y vida en abundancia. Que como ovejas del Buen Pastor recibiremos cuidado, atención y amor de parte de él.
La idea de la venida del Buen Pastor me remite al saludo de bienvenida en el pueblo hebreo, el Shalom, la palabra con la que se recibe al amigo y también al enemigo, el deseo de que tengas un bienestar integral, que tu alma, así como tu corazón y tu cuerpo sean bendecidos, que la vida, la energía de la creación de la divinidad te de paz a todo tu ser.
Qué alejadas del Buen Pastor las palabras y las acciones de aquellas y aquellos que en nombre de Dios maldicen a sus ovejas que son diferentes. Esas palabras vienen sólo a hurtar, y matar, y destruir. Sin embargo la mentalidad del modelo a seguir en nuestra fe cristiana es exactamente lo opuesto, decir palabras de solidaridad, de vida y de construcción.
Seamos parte de una sociedad que levante la voz ante las injusticias, que no se calle ante las humillaciones y despojos pero que mida y evalúe sus palabras para que sean palabras de vida y no de muerte. Solidaricémonos con los que sufren, construyamos una comunidad de fe basada en la justicia social, seamos de bendición para aquellas y aquellos que nos escuchan pero no sigamos los hechos y los dichos de los abren la boca para lastimar.
Shalom Hermanas y Hermanos!
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