Crítica Digital del 23 de Agosto de 2009
Junto a su hijo. María Luisa Peralta integra el grupo LesMadres, que busca la modificación de las leyes.
Bióloga, lesbiana, madre y activista
María Luisa es una luchadora por la igualdad de derechos para chicos de parejas gays. "Nuestros hijos ya existen y la ley los discrimina", dice.
Por Bruno Bimbi.
La noticia de que una pareja de lesbianas españolas tuvo una hija mediante la técnica conocida como “ovodonación” –un óvulo de una de ellas, fecundado con semen de un donante, fue implantado en el útero de la otra, que tuvo a la niña– revivió el debate sobre qué es la maternidad y, en particular, la maternidad “biológica”. Este diario entrevistó a María Luisa Peralta, argentina, bióloga, lesbiana, madre y activista de LesMadres, un grupo de mamás lesbianas que defiende la igualdad de derechos para sus hijos.
–¿La técnica usada por esta pareja es novedosa?
–Es lo mismo que se hace para la fecundación in vitro cuando el embrión fecundado se vuelve a implantar en el útero de la misma mujer que por alguna razón no puede fecundarlo naturalmente; también está lo que se conoce como “vientres de alquiler”. Algunas parejas de lesbianas en Estados Unidos e Inglaterra ya se habían apropiado de esta técnica para compartir la maternidad. A una se le da un tratamiento de hormonas para que produzca más óvulos en un solo ciclo. Luego se retiran los óvulos, se hace la fecundación in vitro con esperma de un donante, se generan un cierto número de embriones y se implantan tres o cuatro en el útero de la otra, de los cuales se supone que uno o dos van a anidarse y desarrollarse.
–¿Por qué no recurrir directamente a la inseminación artificial?
–La inseminación artificial es más sencilla y más barata. Acá, una fecundación in vitro puede costar 10 mil pesos, mientras que hasta nueve intentos de inseminación artificial se pueden hacer por menos de la mitad. Las obras sociales no nos cubren ninguna de las dos cosas. Sin embargo, hay dos motivos por los cuales algunas parejas de lesbianas recurren a esta técnica. Primero, la cuestión legal: para hacer un embrollo legal y que sea más difícil para el Estado negar que ambas son madres. La otra razón tiene que ver con la idea de que así el niño o niña va a tener un vínculo biológico con las dos: una de las mamás pone el ADN y la otra el cuerpo para el embarazo. Es una idea medio romántica.
–Esto va a generar ruido desde el punto de vista legal, porque el discurso que niega la maternidad de dos mamás lesbianas suele hablar del vínculo biológico...
–Les crea un problema legal. En el Registro Civil seguramente se negarían a anotarlo como hijo de las dos, pero vas a juicio. ¿Cómo determinan cuál es la madre? En una tenés toda la evidencia del embarazo y en la otra, el vínculo genético, que se puede probar con un análisis de ADN.
–¿Cómo se salda esta situación legal en los casos de vientres de alquiler?
–Las gestaciones en “vientre de alquiler” vienen de hace mucho y lo hacen por lo general parejas heterosexuales, aunque también, recientemente, algunas parejas gay. A veces, la mujer que lleva el embarazo también pone los óvulos, ya que recurrió a ella una pareja heterosexual en la que la mujer tenía problemas de fertilidad, pero otras veces no. Puede suceder por ejemplo que una mujer ovule normalmente pero tenga problemas en el útero, y por eso recurre a otra mujer para llevar el embarazo con un embrión implantado. Cuando hay dos mujeres involucradas, siempre se le da prioridad legal a la que gesta y pare, por lo que existe la posibilidad de que ésta se arrepienta del acuerdo y se quede con el bebé, algo totalmente válido y a lo que siempre debe tener derecho.
–¿Cuál sería la diferencia en los casos de parejas de lesbianas?
–Que no hay conflicto. No son dos mujeres que se disputan la maternidad: ambas reconocen a la otra y se presentan juntas para ser reconocidas como mamás y como familia.
–En la adopción no se discute la paternidad, aunque no haya un vínculo biológico. ¿Por qué con la inseminación artificial es diferente?
–La adopción es vista como un acto altruista, hacerse cargo de una criatura sin hogar, mientras que la inseminación artificial es vista por las parejas heterosexuales como un acto vergonzante, porque es un parche frente a la infertilidad. Por eso muchas veces se oculta. Y cuando una pareja heterosexual recurre a la inseminación artificial con un donante de esperma, después pueden anotar al hijo como propio sin demostrar nada, porque al ser varón y mujer se presupone el vínculo genético. En nuestro caso, no existe esa presuposición y se nos niega la condición de madres por no poder probar el vínculo biológico de una de las dos.
–¿Cuáles son los problemas legales que enfrenta una pareja de lesbianas con hijos?
–El problema no son los derechos de la pareja, sino los de los niños. Con mi pareja recurrimos a la inseminación artificial y yo quedé embarazada, pero el vínculo de nuestro hijo con ella no está reconocido legalmente. No estamos discutiendo una ley que permita tener hijos, ni haciendo planteos abstractos. En Argentina debe haber, como mínimo, unos cien pibes nacidos por inseminación con mamás lesbianas. Estos chicos ya existen y la ley los discrimina, negándoles derechos básicos.
–¿Por ejemplo?
–La gente tiende a pensar en cosas extremas, como la muerte: si yo muero, mi hijo queda legalmente huérfano; si muere su otra mamá, no hereda nada. Pero eso es lo de menos, porque es excepcional. Una de las mamás no existe ni para el jardín de infantes. Cuando tuvimos al nene accidentado, ella lo llevó al hospital, pero hasta que yo no llegué y firmé la autorización para los estudios, no pasaron de una radiografía. Si la mamá reconocida no tiene trabajo, la otra no puede darle al pibe la obra social ni cobrar el salario familiar, que son beneficios para el chico, no para nosotras. Esto es muy habitual en este contexto de precarización laboral.
–El hecho de que con estas técnicas se use la evidencia de vínculo biológico como argumento para el reconocimiento de la maternidad conjunta ¿puede ser un arma de doble filo?
–Es una situación que crea un cortocircuito legal y un conflicto en la interpretación, que puede servir para impulsar el debate. Sin embargo, también es una salida conservadora, porque lo ideal sería que dos lesbianas o dos gays que tienen hijos pudieran ser reconocidos como padres o madres más allá del vínculo biológico, que por sí sólo no convierte a nadie en padre o madre. Los donantes de esperma anónimos no son padres biológicos, son donantes de esperma.
–¿Y qué pasa si el donante de esperma quiere ser padre?
–Ahí sería otra cosa. Si los tres, la pareja de mujeres y el donante, se hacen cargo de la crianza, habría que reconocer legalmente que hay dos mamás y un papá. En Estados Unidos y Canadá hay muchas familias de dos lesbianas y un gay o dos lesbianas y dos gays. Por ejemplo, una pareja de hombres y otra de mujeres deciden juntas tener hijos. O parejas de lesbianas que en vez de buscar un donante anónimo se ponen de acuerdo con un amigo gay que también quiere ser padre. Hay un fallo de la Corte Suprema de Canadá que reconoce a dos mamás y un papá, alegando el supremo interés del niño. También hay mujeres lesbianas solas que tienen hijos con gays sin ser pareja: se buscan para tener hijos juntos y se hacen cargo juntos de la crianza, sin tener un vínculo amoroso o sexual entre ellos. Algunos lo hacen porque creen eso de que “tiene que haber una mamá y un papá”. Es algo que no está claro para todo el mundo.
–¿Y qué pasa con las familias formadas por heterosexuales en las que tampoco hay una mamá y un papá?
–Miles de personas se crían sin padre porque las mujeres quedan embarazadas y los tipos se escapan. Y las mujeres crían a los hijos solas, o junto con sus madres o hermanas, pero como no hay un vínculo sexual entre esas dos mujeres, se acepta y nadie cuestiona que “falta la figura paterna”. A nosotros y nosotras siempre se nos mide con un estándar distinto.
–¿Estas formas de maternidad para las lesbianas son algo nuevo?
–Las lesbianas que tienen diez años más que yo y tienen hijos probablemente los tuvieron en relaciones heterosexuales. Muchas entraban en esas relaciones sólo para tener hijos, y después aceptaban acuerdos de divorcio muy desfavorables en lo económico; cedían todo por miedo a perder la tenencia. Hoy ninguna lesbiana se junta con un tipo para tener hijos, porque hay otras tecnologías reproductivas.
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